martes, 7 de julio de 2020

UN GOLPE DE SUERTE


Cuando el estado de alarma nos permitió cambiar de municipio, estrenamos la zona del Monte Barbecha con un par de jornadas de prospección y unos días después entramos en la cueva del Linar para empezar su retopografía.
En uno de esos días, en los que el objetivo era ir a prospectar (sobre todo porque no sabemos otra cosa a la que dedicar el tiempo libre), a alguien del grupo se le ocurrió la posibilidad de echar un vistazo a una vieja covacha, conocida de hace tiempo, y ojearla sin mas ni más. Cuando llegamos se nos quedó una cara de tontos importante. La cueva ya no estaba, las obras de la carretera la habían hecho desaparecer. Cosas del p.… progreso.
Hace unos años, en una salida en la que íbamos a El hoyo de los Herreros, descubrimos una nube de vapor en mitad del eucaliptal. Ese fenómeno, que en otro momento no hubiese significado nada, nos hizo desviarnos del camino y, nadando ente zarzas, descubrimos las dos bocas de Las Praderías de Bárcenas, dos de las entradas clave del sistema. Así pues, pudimos comprobar que si atiendes a las señales de la naturaleza, hay oportunidades que cuando pasan , si te fijas , las aprovechadas
En esta ocasión, con la cara de pánfilos mencionada, y sin dejar de mirar a nuestro alrededor sin creernos lo que veíamos (o mejor dicho , lo que ya no veíamos), otro guiño de la naturaleza nos llamó la atención. En un lateral había hierbas que se movían y eso a cualquier espeleo le hace pinar las orejas.
Se trataba de una pequeña fisura de la que salía un tiro de aire poderoso. En ese momento no teníamos material ni para abrirla ni para entrar, así que dejamos cerrado el plan para el día siguiente poniéndonos de acuerdo de manera instantánea. Es lo que tiene estar de vacaciones o en ERTE.
A primera hora de la mañana estábamos pasando revista al material delante del agujero: Pequeño kit de desobstrucción, equipo de instalar, alguna cuerda, equipo de topo, “Coño.  Hemos olvidado el disto”.  En general, tenemos la costumbre, de no explorar nada que no se topografíe en el momento. Topo y exploración van paralelas, no exploramos a lo loco como pollos sin cabeza. Luego a ver quién vuelve a dibujar si pintan bastos. Pero ese día, el olvido fue otro golpe de suerte que   nos dio la opción de, por una vez, ir a lo loco. Así que revisamos y revisamos.
La cavidad es una porquería llena de arrastraderos y gateras, que no te da descanso más que de vez en cuando. Empieza con un tobogán que te deposita en el primer laminador de mierda. No hacíamos mas que apartar piedras para acomodar el paso de este regalo envenenado.
Luego llegas a una salita y después mas de lo mismo. Si fuera una película se llamaría “ la cueva mas fea del mundo”.
No estábamos muy orientados hacia donde ir , solo teníamos de referencia la corriente de aire que nos daba en la cara, y por la que nos deteníamos  con mucha frecuencia, para poder dirigir nuestra búsqueda. Poco a poco, si no era uno era otro, los problemas se iban solventando y se progresaba dentro de la misma miseria.
El tiempo de esa jornada se acabó, y como en una relación de maltrato, querías dejarlo, pero terminamos quedando para regresar al día siguiente. Lo que se puede hacer por una triste corriente de aire. Salimos con dificultades porque costaba reconocer los pasos, pero salimos.
De nuevo allí un día después, firmes a pasar revista, y apareció nuestro tercer golpe de suerte. El disto para topografiar se descargó en la primera tirada, así que quedó inutilizado y viajó con nosotros sin servir para nada. Otro día de vorágine exploradora a lo que empezamos a pillar el gusto.

La sucesión de arrastraderos estaba, al menos, sazonada con lugares en lo que te podías poner erguido, pero no duraban mucho.
En un momento dado, apareció una galería algo mayor, que nos hizo ser muy optimistas, y en la que el aire seguía siendo protagonista. De repente llegamos a un río muy encajado en el fondo de una falla a la que no era posible ponerla límites. La falla se estrechaba tanto que resultaba imposible la progresión y nos obligaba a escala y escalar hasta que la anchura te dejaba continuar. De repente nos encontrábamos a 25 m de altura en la falla haciendo un paso expuesto en el vacío y sin más opciones de progresión. Poco después nos volvíamos a encontrarnos en el fondo sobre un río que no dejaba de estrecharse.
Cuando la cueva empezaba a portarse mejor con nosotros y la progresión  empezaba a volverse casi amena, nos tropezamos con una marca de cinta de balizaje. No lo podíamos creer, sabíamos que íbamos hacia un sistema, que podía ser El Linar, pero no estamos seguros. En ese momento nos quedó claro donde estábamos.
Es una tristeza, pero de ese momento no tenemos ninguna foto recuerdo, porque, como el disto, la cámara quedó en el  olvido.
Tras la euforia y la alegría, regresamos sobre nuestros pasos, con el pequeño problema de no poder encontrarlos. No dimos con la línea por la que habíamos llegado, así que no nos quedó otra opción que salir por el pueblo de la Busta y recuperar los coches a pie por la carretera sin dejar de hablar sobre lo sucedido.
 De esta manera y sin pretenderlo, hicimos la primera travesía integral entre Novales y La Busta.