Cuando el estado de alarma nos
permitió cambiar de municipio, estrenamos la zona del Monte Barbecha con un par
de jornadas de prospección y unos días después entramos en la cueva del Linar
para empezar su retopografía.
En uno de esos días, en los que
el objetivo era ir a prospectar (sobre todo porque no sabemos otra cosa a la
que dedicar el tiempo libre), a alguien del grupo se le ocurrió la posibilidad
de echar un vistazo a una vieja covacha, conocida de hace tiempo, y ojearla sin
mas ni más. Cuando llegamos se nos quedó una cara de tontos importante. La
cueva ya no estaba, las obras de la carretera la habían hecho desaparecer.
Cosas del p.… progreso.
Hace unos años, en una salida en
la que íbamos a El hoyo de los Herreros, descubrimos una nube de vapor en mitad
del eucaliptal. Ese fenómeno, que en otro momento no hubiese significado nada,
nos hizo desviarnos del camino y, nadando ente zarzas, descubrimos las dos
bocas de Las Praderías de Bárcenas, dos de las entradas clave del sistema. Así pues,
pudimos comprobar que si atiendes a las señales de la naturaleza, hay
oportunidades que cuando pasan , si te fijas , las aprovechadas
En esta ocasión, con la cara de
pánfilos mencionada, y sin dejar de mirar a nuestro alrededor sin creernos lo que
veíamos (o mejor dicho , lo que ya no veíamos), otro guiño de la naturaleza nos
llamó la atención. En un lateral había hierbas que se movían y eso a cualquier
espeleo le hace pinar las orejas.
Se trataba de una pequeña fisura
de la que salía un tiro de aire poderoso. En ese momento no teníamos material ni
para abrirla ni para entrar, así que dejamos cerrado el plan para el día
siguiente poniéndonos de acuerdo de manera instantánea. Es lo que tiene estar
de vacaciones o en ERTE.
A primera hora de la mañana
estábamos pasando revista al material delante del agujero: Pequeño kit de
desobstrucción, equipo de instalar, alguna cuerda, equipo de topo, “Coño. Hemos olvidado el disto”. En general, tenemos la costumbre, de no
explorar nada que no se topografíe en el momento. Topo y exploración van
paralelas, no exploramos a lo loco como pollos sin cabeza. Luego a ver quién
vuelve a dibujar si pintan bastos. Pero ese día, el olvido fue otro golpe de
suerte que nos dio la opción de, por una vez, ir a lo
loco. Así que revisamos y revisamos.
La cavidad es una porquería llena
de arrastraderos y gateras, que no te da descanso más que de vez en cuando.
Empieza con un tobogán que te deposita en el primer laminador de mierda. No
hacíamos mas que apartar piedras para acomodar el paso de este regalo
envenenado.
Luego llegas a una salita y
después mas de lo mismo. Si fuera una película se llamaría “ la cueva mas fea
del mundo”.
No estábamos muy orientados hacia
donde ir , solo teníamos de referencia la corriente de aire que nos daba en la
cara, y por la que nos deteníamos con
mucha frecuencia, para poder dirigir nuestra búsqueda. Poco a poco, si no era
uno era otro, los problemas se iban solventando y se progresaba dentro de la
misma miseria.
El tiempo de esa jornada se
acabó, y como en una relación de maltrato, querías dejarlo, pero terminamos
quedando para regresar al día siguiente. Lo que se puede hacer por una triste
corriente de aire. Salimos con dificultades porque costaba reconocer los pasos,
pero salimos.
De nuevo allí un día después,
firmes a pasar revista, y apareció nuestro tercer golpe de suerte. El disto
para topografiar se descargó en la primera tirada, así que quedó inutilizado y
viajó con nosotros sin servir para nada. Otro día de vorágine exploradora a lo
que empezamos a pillar el gusto.
La sucesión de arrastraderos
estaba, al menos, sazonada con lugares en lo que te podías poner erguido, pero
no duraban mucho.
En un momento dado, apareció una
galería algo mayor, que nos hizo ser muy optimistas, y en la que el aire seguía
siendo protagonista. De repente llegamos a un río muy encajado en el fondo de
una falla a la que no era posible ponerla límites. La falla se estrechaba tanto
que resultaba imposible la progresión y nos obligaba a escala y escalar hasta
que la anchura te dejaba continuar. De repente nos encontrábamos a 25 m de
altura en la falla haciendo un paso expuesto en el vacío y sin más opciones de
progresión. Poco después nos volvíamos a encontrarnos en el fondo sobre un río
que no dejaba de estrecharse.
Cuando la cueva empezaba a
portarse mejor con nosotros y la progresión
empezaba a volverse casi amena, nos tropezamos con una marca de cinta de
balizaje. No lo podíamos creer, sabíamos que íbamos hacia un sistema, que podía
ser El Linar, pero no estamos seguros. En ese momento nos quedó claro donde
estábamos.
Es una tristeza, pero de ese
momento no tenemos ninguna foto recuerdo, porque, como el disto, la cámara quedó
en el olvido.
Tras la euforia y la alegría,
regresamos sobre nuestros pasos, con el pequeño problema de no poder
encontrarlos. No dimos con la línea por la que habíamos llegado, así que no nos
quedó otra opción que salir por el pueblo de la Busta y recuperar los coches a
pie por la carretera sin dejar de hablar sobre lo sucedido.
De esta manera y sin pretenderlo, hicimos la
primera travesía integral entre Novales y La Busta.